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Introducción al Mundo de los Pedales de Efecto

Una introducción al mundo de los pedales de efecto

Tras haber tratado en otros artículos las mejores marcas de guitarras y las mejores marcas de bajos, en este artículo abordaremos el extenso mundo de los pedales de efecto.  Normalmente estos dispositivos son creados para modificar el sonido de las guitarras eléctricas pero también pueden servir para complementar el sonido de guitarras acústicas, bajos eléctricos y hasta teclados u órganos.

Un pedal de efecto -stompbox- es un aparato complejo, normalmente pequeño y de un color determinado que aporta una característica concreta a tu sonido original. Es decir, si conectamos nuestra guitarra a un amplificador obtendremos un sonido de guitarra propiamente dicho, aunque si conectamos un pedal -o varios- entre la guitarra y el amplificador podremos llegar a tener otros sonidos. Por hacer una metáfora para que los novatos lo entiendan bien, un pedal de efecto sería como una paleta de colores para un pintor, éste tiene su pincel y su lienzo y en función de lo que quiera representar utilizará unos y no otros. La pericia del pintor y del músico es conocerlos bien y utilizar los que mejor combinen en cada momento y no todos a la vez, a no ser que el pintor o el músico en cuestión sea demasiado vanguardista…

La modificación del sonido tiene su origen, según diferentes musicólogos y especialistas, en los años 50, cuando por error o por pericia -esto es como lo del huevo y la gallina- los guitarristas exprimían al máximo sus amplificadores de válvulas. Éstas se calentaban y a medida que subían de temperatura mayor era la distorsión del sonido, dando lugar a lo que se conoce como efecto overdrive. Es decir, una saturación del sonido original, algo que no estaba muy bien visto en el momento pero que poco a poco se fue extendiendo, ya que para los guitarristas era divertido improvisar sus solos mientras el amplificador se esforzaba por no quemarse.

Como pioneros de la saturación tenemos a Jimi Hendrix o Eric Clapton, que gracias a su sonido Fuzz marcaron a toda una generación de melómanos y de músicos, que inmediatamente se contagiaron de esta suciedad -en el buen sentido de la palabra- de su sonido y lo exprimieron al máximo.

Teniendo claro el extraño origen de los modificadores de sonido podemos dar un salto temporal hasta nuestros días, donde raro es el músico que no use por lo menos un par de efectos. Y es que desde los virtuosos del jazz hasta los apasionados del blues, pasando por el pop más comercial, utilizan estos pequeños aparatitos de colores tan interesantes.

El mundo de los stompboxes es amplio, cada año se presentan sonidos diferentes y dispositivos que permiten modificar esto o aquello. Este gran surtido puede agobiar al músico primerizo ya que, con tanto efecto, ¿cuál es el que mejor se adapta a mí? Sentimos decirte que no hay una respuesta clara para esta cuestión, depende de tu gusto y de tus intereses. Partiendo de esta base, en este artículo expondremos cada uno de los efectos más famosos y utilizados que hay en el mercado, con el objetivo de que aquellos que no hayan oído jamás sobre pedales se hagan una idea y los que sí posean nociones sobre el tema  pero tengan alguna que otra laguna puedan resolverla.

Los efectos más comunes que debes de conocer son pocos y se dividen en grupos según sus características. El orden seleccionado para hablar de cada uno de los pedales es -la supuesta- colocación que recomiendan en la cadena de audio, es decir, desde la guitarra hasta el amplificador.

En primer lugar está el Wah-wah que tiene su origen en la música jazz, pues era el nombre que se le daba al sonido de la trompeta cuando se usaba la sordina. Este sonido dio el salto a los instrumentos eléctricos en los años 60, siendo Chet Atkins el primero en grabar una canción con este efecto. Por lo general es un pedal alargado que ocupa una extensión semejante a la de tu pie -aunque gracias a los avances tecnológicos se han conseguido hacer Wah-wahs mini que no son más grandes que la palma de nuestra mano-. La explicación de su sonido es bastante simple, hacer que tu guitarra hable y diga “uaaaa” tal y como canta George Harrison en su canción, Wah-wah.

Las distorsiones son otros de los efectos más importantes que debes conocer. Se dividen en tres tipos; el fuzz, la distorsión y el overdrive. El fuzz es el sonido desgarrado de los años 60 tan característico en la etapa de Clapton en Cream o a lo largo de la carrera de Jimi Hendrix y que hoy en día está viviendo una segunda juventud gracias a músicos como Matt Bellamy de Muse, Jack White o Dan Auerbach, de los Black Keys. Diferenciar la distorsión del overdrive no es algo simple, ya que no hay un baremo que nos permita diferenciar una de otra, por lo que podemos resumir que, la distorsión es el exceso de overdrive. El mejor ejemplo para entenderlo es el comienzo de guitarra de una de las canciones icónicas del mundo del rock y de la cultura popular del mundo del juego, como lo es Smoke on the water.

 

Las modulaciones son también muy importantes a la hora de configurar nuestro sonido y dentro de ellas se agrupan una gran cantidad de efectos concretos, como el chorus, el flanger, el phaser, el tremolo, el vibe y un largo etc. Los pedales de chorus fueron muy utilizados en los años 80 para caracterizar el sonido de las guitarras limpias, Johnny Marr, de The Smiths, es quizás uno de los máximos referentes en cuanto a este sonido. Es importante tener en cuenta que en exceso este efecto puede llegar a marear; de hecho el propio virtuoso de la guitarra ha pedido en entrevistas recientes que, por favor, no más chorus. Poco caso le han hecho ya que músicos que están teniendo un gran éxito hoy en día utilizan este efecto continuamente, como por ejemplo Mac DeMarco.

El flanger es también muy ochentero y quizás sea uno de los que menos se utiliza en la actualidad en comparación con otros efectos de modulación, pero puede estar bien si queremos imitar a Van Halen o crear sonidos psicodélicos como los de Tame Impala, aunque en este último caso para conseguir esa atmósfera necesitaremos también un phaser. Este pedal de modulación es usado en casi todos los estilos musicales, desde el country hasta el indie ya que es un sonido que no modifica demasiado el color de nuestra señal y nos permite hacer los acordes más redondos.

Por último, el trémolo es también muy usado. Este efecto venía de fábrica en los primeros amplificadores Fender de válvulas bajo el nombre de vibrato. Lo que conseguiremos empleando el trémolo es entrecortar la señal de nuestra guitarra y que los acordes tengan un sonido diferente, la profundidad y rapidez del corte depende de nosotros, por lo que este pedal es muy útil para las guitarras rítmicas.

 

Los efectos de tiempo, denominados delays, son también una constante en las “pedalboards” de las estrellas y de las no tan estrellas, ya que permiten repetir nuestras notas el tiempo que nosotros queramos, siendo especialmente útiles para la realización de solos o arpegios. Hay diferentes tipos, los principales son los delays y los echos. En realidad no hay gran diferencia entre ellos, tan solo que los primeros suelen ser más digitales y permiten más tiempo en la repetición y los segundos más cortos y analógicos, e intentan imitar echos de cinta de los años 80, tan característicos del rockabilly.

Por último, tenemos los efectos de reverberación, que son algo así como un delay muy breve que permite que nuestro instrumento suene como si estuviésemos en una habitación grande, un estadio de fútbol o al aire libre. En los últimos años este efecto ha ido ganando peso y si antes solo era exagerado en la música surf, hoy en día es principal para muchos grupos indie.

Después de este repaso resumido de los principales efectos que hay en el mercado la mejor recomendación que podemos hacer es que los probéis,  ya que esta es la mejor forma de saber si se adaptan a vuestras necesidades o no. Es importante no dejarse llevar por los precios, ya que algunos pedales pueden llegar a los 500 euros y no por ello tienen que sonar mejor que uno de 100 o de 20.  Como todo en la música, es algo personal.

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