¿Es posible que la penalización produzca un mayor aprendizaje que la recompensa? Existen investigaciones interesadas en conocer qué influye más en el aprendizaje, si penalizar o recompensar tareas, y cómo influyen en la durabilidad del aprendizaje.
Está comprobado que el castigo es poco productivo y puede provocar consecuencias negativas, ya que no elimina la raíz del problema y la conducta castigada vuelve a aparecer. Provoca pérdida de confianza, daña la autoestima, produce tensión y agresividad y el uso de la mentira. El castigo no sirve para corregir o eliminar la conducta no deseada, sino que la refuerza. En ocasiones, un débil castigo puede favorecer el aprendizaje de igual manera que una recompensa. El uso frecuente de castigos tiende a mantener una actitud hostil del castigado y reduce la espontaneidad y la creatividad.
Pero los premios pueden ser tan perjudiciales como los castigos, ya que pocas veces provocan cambios duraderos en las actitudes, porque en el momento en el que no hay premio la conducta anterior reaparece. Al premiar se pierde el interés a largo plazo, porque se crea una relación de dependencia entre la conducta a ejecutar y el premio a conseguir por ella. Quien espera un premio tiene prisa por recibirlo, lo que le lleva a actuar sin interés por la tarea que realiza, no disfruta del camino, sino sólo del lugar al que llega. Las recompensas eliminan la cooperación con los demás, no favorecen el correr riesgos (minimiza retos) y disminuye la efectividad.
Las recompensas de tipo verbal (alabanzas) hacen que la persona mantenga la calidad en su actividad por más tiempo después de eliminar la recompensa que antes de darla, y la persona disfruta más de su actividad. Las recompensas presentadas regularmente de forma no relevante aumentan la calidad del trabajo, la creatividad, la autoconfianza y la actitud positiva ante las desavenencias. La gratificación personal por la actividad bien hecha es la recompensa en sí misma. Las recompensas son más efectivas y producen mayor aprendizaje cuanto más cercanas se aplican al acto que las originan. Exceso de premios disminuye la motivación del premiado, porque producen saturación y no aprende a tolerar el fracaso.
El psicólogo K. Anders Ericsson concluyó que para trabajar mejor es beneficioso trabajar menos: trabajar duro por muchas horas reduce la productividad porque aparecen distracciones y cansancio. Observó el mismo resultado cuando se desarrolla una habilidad al estudiar a músicos exitosos que sólo practicaban 90 minutos al día y tomaban pausas cuando se sentían cansados.
También se ha comprobado que trabajar demasiado produce estrés y éste acorta la vida, y también hace desconectar de la actividad que se realiza.
Tanto los castigos como las recompensas son formas de manipular el comportamiento, y eso siempre implica herramientas de control. Las recompensas son dañinas para mantener el interés en la tarea, sobre todo cuando ésta ya no es para el individuo motivadora por sí misma. Investigaciones en psicología social han demostrado que cuanto más se recompensa a alguien por hacer algo, menos interés tenderá a tener en aquello por lo que se le recompensa. Cuanto más se empuja a alguien a hacer algo a cambio de una recompensa, menos interés tendrá la próxima vez que lo haga.
Para que una tarea sea motivadora, es imprescindible que esté relacionada con los intereses personales de quien intenta ser motivado. La recompensa ha de ser el deseo mismo natural de descubrir las cosas y el placer de hacer la actividad por sí misma.
Referencias:
http://www.bulletproofmusician.com General Topic: Confidence/Corage) Reward vs. Punishment – Which Results in Better Learning?
http://lamenteesmaravillosa.com/el-efecto-perjudicial-de-las-recompensas
http://ejempla.com/vida/para-trabajar-mejor-trabajar-menos