Salud

El escroto del chelista y otras mentiras

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Hasta hace muy poco los violonchelistas tenían razones serias para estar preocupados por los riesgos que su actividad entrañaban. Era algo peor que el cuello del violinista, la barbilla del flautista o, incluso, el pezón de la guitarrista. Se trataba del escroto del chelista, una irritación de la piel de las bolsas que recubren los testículos debida a un contacto prolongado con el instrumento en vibración, al ser tocado.

No hace falta ser un violonchelista profesional para darse cuenta de que, en condiciones normales, no existe ninguna posibilidad de que el cuerpo del instrumento contacte repetidamente con el escroto del intérprete. Sin embargo, cuando en el año 1974 John Murphy y su esposa, la Dra. Elaine Murphy, una joven psiquiatra inglesa, enviaron al Brithish Medical Journal una carta comunicando que habían atendido a un paciente con tales síntomas, la reputada revista médica aceptó publicar su relato sin rechistar.

A partir de ese momento numerosos artículos han hecho referencia a esta dolencia. Incluso otros médicos han publicado haber atendido pacientes con similares síntomas. Los medios de comunicación han hecho también su labor; el atractivo mediático de una patología de esta índole la ha hecho salir en primera línea cada vez que se ha hablado de las dolencias que afectan a los músicos. Incluso en la Unión Soviética los sindicatos de músicos pugnaron para que fuera declarada como una enfermedad profesional cuando toda la sección de chelos de una orquestra sinfónica de ese país resultó estar afectada por este problema.

Sin embargo, hace unos meses, los autores del enredo han confesado el engaño publicando en el mismo Brithish Medical Journal una confesión sobre lo ocurrido. Los embaucadores dicen que habían leído, poco antes de enviar su carta, un artículo en esta misma revista hablando del pezón de la guitarrista. Les pareció tan inverosímil la posibilidad de que el contacto del canto del cuerpo de la guitarra pudiera llegar a provocar la inflamación quística del pezón de jóvenes guitarristas adolescentes, que decidieron seguir la broma inventando algo de una índole similar. Por ello enviaron el relato de un músico al que se le había irritado seriamente el escroto debido al contacto con el instrumento. Su sorpresa fue mayúscula cuando supieron que la revista aceptaba publicar su texto. Han tardado 34 años en confesar que el escroto del violonchelista no existe ni ha existido nunca.

Esta historia tragicómica pone en evidencia, entre otros hechos, algo relevante: la profesión médica no tiene ni el más mínimo conocimiento de lo que supone tocar el chelo. De hecho, no tiene un criterio formado que le permita entender y, en consecuencia, atender adecuadamente las dolencias que afectan a este colectivo. No cabe duda de que hay mucha labor por realizar en el terreno de la investigación y la divulgación de las dolencias de los músicos.

Estos son, justamente, algunos de los objetivos de la Fundació Ciència i Art, una entidad sin ánimo de lucro creada por el Institut de Fisiologia i Medicina de l’ArtTerrassa, hace diez años (www.fcart.org y www.institutart.com).

Estas dos entidades tendremos más fácil ahora nuestra labor de investigación y atención de las patologías de estos músicos ya que la empresa Vallés Trade nos ha cedido un violonchelo del que podremos disponer en nuestras dependencias.

Confiamos en que iniciativas de este tipo puedan contribuir a mejorar los conocimientos que tenemos en el terreno de la medicina del arte y, con ello, mejoremos la calidad de vida del músico.

Jaume Rosset i Llobet.

Director médico del Institut de l’Art. Medicina&Fisiologia.Terrassa.

Director de la Fundació Ciència i Art.

www.fcart.org

www.institutart.com

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Institut de Fisiologia i Medicina de l'Art

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