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Reflexiones desde InPulse. Cooperativa de Profesionales Culturales Obligada a Cerrar

Reflexiones desde InPulse. Cooperativa de Profesionales Culturales Obligada a Cerrar

CUESTIÓN DE…PECES

Me llamo José Luis, para los que no me conozcan, soy el todavía Presidente de InPulse S.Coop.And. de impulso empresarial. Una cooperativa de profesionales de la cultura especializada sobre todo en artes escénicas, formada por más de mil socios en su mayoría músicos y trabajadores de este ámbito principalmente. Me he visto obligado a especificar con un “todavía” el hecho de estar ejerciendo como Presidente ya que la Inspección de Empleo hace aproximadamente seis meses decidió poner en tela de juicio nuestra legalidad a pesar de estar amparados de una forma escrupulosa en la Ley Andaluza de Sociedades Cooperativas. Antes de constituir la entidad, recuerdo que algún compañero, creo que fue antes de subirnos a un escenario a tocar, me advirtió cuando le comenté la idea: « ¿Una cooperativa de artistas? No funcionará, y si lo hace, te la cerrarán. El sistema no quiere que los artistas nos organicemos…». En aquel momento no le di importancia…En cualquier caso, esa es otra historia que quizás cuente más pronto que tarde.

En estos casi cinco años de trayectoria, he podido comprobar de primera mano y además con números, estadísticas y balances, el agonizante estado en el que se encuentra el tejido cultural de nuestro país en general y la mal llamada industria musical en particular. La música ha pasado a ser un servicio complementario, un producto de consumo rápido, de usar y tirar. Algo que escuchas de fondo mientras te emborrachas con los colegas, “perreas”, que se dice ahora, o “arrimas cebolleta”, que es como se decía en mis tiempos.

La SGAE, esa sociedad concebida en principio para defender los intereses de los que creamos música lanzaba hace un par de años un escandaloso dato que, curiosamente, pasaban por alto la mayoría de los medios. Yo al menos, no llegué tampoco a escuchar el clamor de las redes sociales ni hubo rio de tinta alguno reflexionando sobre la cuestión: El 12% de los músicos vive de la música. De igual forma, hace relativamente poco el director financiero de esta sociedad reconocía que no tenía ni puñetera idea de cómo salía de la SGAE todo el dinero que entraba. Cualquiera que haya gestionado una organización del tipo de que sea y/o haya sido responsable de la caja de una corporación sabe que, ante una declaración como esa, solo caben tres posibilidades: 1. No está diciendo la verdad, 2. Es una persona totalmente incapaz y no está ahí por méritos propios. 3. Las dos anteriores son correctas. Luego existen otras iniciativas que supuestamente ayudan al sector, sindicatos que se autodenominan estatales de los cuales apenas hay documentación, actas fundacionales de cualquier tipo, ni información alguna sobre el proceso sindical para la elección de líderes. Organizaciones a las que curiosamente, los medios se esfuerzan por dar voz y que dejan patente en cada declaración su escaso conocimiento de la normativa vigente y del estado actual de la profesión. No amigos, como se dice en las películas de acción antes de la gran escena final: ESTAMOS SOLOS. Y para salvarnos del horrible destino que nos espera es absolutamente indispensable hacer autocrítica antes de repartir culpas a diestro y siniestro como se ha venido haciendo.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Aún recuerdo cuando ser músico era un trabajo, yo tenía apenas 20 años, este trabajo consistía en emocionar, en ilusionar, en revindicar. En alguna ocasión escuche a un cantautor decir que se sentía en la obligación de ser la conciencia de la sociedad. Existían músicos que buscaban esa emoción intentando hacer el solo de guitarra de su vida, escribiendo letras trabajadas durante días, semanas e incluso meses, otros pretendían producir discursos musicales diferentes a todo lo que se había escuchado hasta el momento. El músico cobraba por poner el vello de punta y sabía cómo hacerlo. Las pequeñas salas se llenaban para ver lo que los nuevos artistas tenían que decir. El profesional tenía su propia caña de pescar y era capaz de coger los peces que le proporcionaban la comida y la tranquilidad. Los adolescentes adoraban a sus ídolos por ser capaces de removerles la conciencia, de hacerles vibrar y llorar con un acorde. La pequeña industria tenía muy claro también quién era su público objetivo y a quién debía dirigirse para seguir existiendo y creciendo. Entonces llego la administración pública, ese ente que todo lo pervierte y convenció a esta pequeña industria, al músico, de que ya no necesitaba al público, que trabajaría para ella. Ya no le haría falta la caña de pescar, sería esta quién le diera los peces. Fue en ese momento donde empezó el principio del fin…El arte en general y la música en particular comenzó a volverse intimista, a confundir a menudo al mediocre con el incomprendido, al melancólico con el talentoso…y es así como el gran público, poco a poco, nos abandonó y la gente dejó de ir a las pequeña salas para asistir solo a los grandes espectáculos, los que sabía seguro que no le defraudarían. Mientras todo eso ocurría, y la administración seguía facilitándonos peces, aprovechaba para quitar las artes de la educación haciendo que el consumidor de cultura se acomodara, dejara de tener inquietud, de buscar, de tener esa necesidad de emocionarse, de ponerse el vello de punta. Se crearon redes clientelares, las pequeñas industrias culturales se apoltronaban, y lo siguen haciendo hoy, en la puerta de Ayuntamientos y Diputaciones pidiendo sus peces. Hasta que un buen día, una vez perdida ya prácticamente toda la atención del público, la administración dejó de abastecernos.

Desde entonces solo damos palos de ciego. Como ya ha quedado claro estamos solos. Las pocas pequeñas empresas culturales que quedan luchan entre ellas para ser las primeras en la fila de la cartilla de racionamiento cultural de Consistorios y Diputaciones. El poco tejido que aún resiste queda reducido a profesionales que trabajan en negro, sin derechos, facturando a través de un amigo. Tejido que se fagocita a si mismo sin ningún pudor, sobreviviendo unos a costa de otros. La administración se encarga de “tumbar” cualquier iniciativa que realmente surja con la idea de reconducir esta lamentable situación apoyada por un pequeño sector de la cultura al que ya le han prometido previamente que para ellos si habrá peces esta vez.

La situación es crítica, nos enfrentamos a nuestra desaparición tal y como conocemos hoy la profesión. Que nadie se confunda, la música seguirá existiendo mientras exista el ser humano, pero dejará de ser un medio de vida salvo para unos pocos elegidos, ya prácticamente es así…Sin duda estamos en la escena final, en la que el protagonista tiene la oportunidad en el último momento de salvarse, casi sin fuerzas, al borde del desfallecimiento. Es necesario volver a emocionar, a ilusionar, a trabajar muy duro para poner el vello de punta a quien quiera escucharnos para que el público vuelva a ir a las salas. Es el momento de volver a coger la caña de pescar y reaprender a cazar nuestros propios peces. Entonces, y solo entonces, llegarán las soluciones, lo prometo.

José Luis Anguita Yanguas

Presidente de InPulse S.Coop.And. de impulso empresarial

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