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El Aumento de Películas Sobre Personajes con Buenas Playlists

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Las bandas sonoras de las películas no son «cool», pero un mixtape de un entusiasmado director puede serlo. Han aumentado las películas basadas en playlists.

El 3 de febrero, el protagonista de Bajo la misma estrella, Ansel Elgort, publicó su primer vídeo musical. Fue una canción que él escribió y produjo, llamada “Thief”. En el vídeo, usa una chaqueta de cuero sin camisa mientras le canta a su novia en la vida real, Violetta Komyshan, “Call me a thief / There’s been a robbery / I left with her heart.” (Llámame ladrón / Ha habido un robo / me fui con su corazón.)


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Esta canción, junto con el vídeo teñido de neón, se hizo viral el mismo día que salió, y sólo ese día. Fue el raro ejemplo de mala composición musical, actuación ilógica, y fracaso artístico embarazoso que también es seductoramente agradable, de la misma manera en que una napolitana de chocolate se ve deliciosa en una gasolinera, si no tienes ningún otro lugar donde comprar además de la gasolinera. Serías perdonado, después de entre dos a cuarenta reproducciones, por pensar que la canción puede estar bien. Es fácil decir que el inagotable Elgort debería obtener más crédito por intentarlo. En una entrevista para la revista Teen Vogue dijo que su personaje del vídeo estaba inspirado en Michael Jackson, David Bowie, Freddie Mercury, y también el resto de los integrantes de Queen. Seguro, ¿por qué no?

“Thief,” una canción inspirada en el pop-rock de los 80’s, sobre ser un ladrón y un romántico, salió cerca del primer tráiler para la película de atraco romántico Baby Driver, protagonizada por Ansel Elgort, varias estrellas de película jugando a los ladrones, y el color magenta. Pero pienso que el ansia de disfrutar “Thief” está relacionada con el ansia de disfrutar Baby Driver.

Va relacionado, más específicamente, a la tendencia de directores masculinos de parodia, que comercializan sus películas con bandas sonoras que son esencialmente sus listas de reproducción personales. Estas playlists no son necesariamente relevantes para la historia, o tienen efectos emocionales sobre la misma. Estas están simplemente repletas con canciones que encajan con la definición personal del director sobre qué es considerado «cool». Como cualquier mixtape, estas vienen con un matiz de vulnerabilidad, pero que alardean también un poco: “Mira qué profundo es mi conocimiento musical.”

Las bandas sonoras no son cool, pero Edgar Wright sí lo es

Podrías rastrear esta idea hasta el 2004, cuando el marketing para la película de Zach Braff Garden State estaba moldeado alrededor de la música de su mixtape indie. Braff hizo un espectáculo de seleccionar las entonces canciones oscuras para el soundtrack de Garden State, el cual ganó un Grammy, se convirtió en platino, y se hizo tan popular que prácticamente dotó a The Shins con una carrera musical. Incluso ha sido acreditada de traer al indie rock a la corriente mainstream por primera vez. Esta es diferente a una película karaoke como Pitch Perfect o Sing!, porque usa canciones populares para darle a la audiencia una sacudida de diversión y reconocimiento. La promoción y las conversaciones en torno a Garden State, incluyeron el soundtrack como una parte de la extremada visión personal de Braff, y no de la contribución de un departamento de música por separado. Que te guste la música significa que entiendes al chico que está detrás de la película amada.

El cambio en el pensamiento sobre el uso de los soundtracks como playlists personales modificó la forma antes no tan cool de comprar y escuchar bandas sonoras de películas. Los fans de Garden State estaban comprando un playlist personalizado, creado por un artista con un creciente culto a la personalidad. Es íntimo y atractivo, como mirar a Elgort cantarle torpemente a su amor de la escuela secundaria.

El argumento básico de Baby Driver trata sobre un talentoso conductor a la fuga (Ansel Elgort), que en realidad no quiere serlo y ama la música. La ama tanto que posee alrededor de una docena de iPods diferentes, para distintos “estados de ánimo”, y sólo puede realizar un atraco si tiene la canción adecuada en cola. No es una mala idea para una película, pero tampoco es la mejor. Sirve como una excusa para legitimar que el escritor y director de Shaun of the Dead y Hot Fuzz, Edgar Wright –quien es admirado entre ciertos grupos de personas, que aman las grandes y divertidas películas sobre chicos en escenarios salvajes – haga pública su playlist personal.

El acto de compartir una playlist con el mundo es exclusivo de la época del streaming. Incluso hace 10 años las listas de reproducción eran colecciones de música celosamente acaparada, y mixtapes destinados, a lo sumo, a circular entre pequeños grupos de amigos. O, alternativamente, eran regalos hechos para individuos específicos. Una búsqueda romántica, embarazosa, privada. La gente siempre ha usado la evidencia de su gusto musical como una forma de posicionamiento social, pero raramente tan rápida y fácilmente como cuando tuitean un enlace de Spotify o de SoundCloud, con toda la música que ellos esperan que defina su personalidad. Con los playlists de las películas, los soundtracks cumplen la misma función, por encima de (o incluso en vez de) la función de coreografiar el arco narrativo de una película, o de llenar ese mundo.

Las listas de reproducción públicas son una idea de la época del streaming, perfecta para este estilo de marketing

No estoy aquí para hacer sentir culpable a nadie por disfrutar de esas playlists, mientras puedas disfrútalas cuando aparezcan. Pero quiero poder entender por qué los espectadores han encontrado divertida para la experiencia de la película, con cumplidos de una manera compulsiva, a un extraño director, de ser cool por gustarle James Brown y Beck, y ser lo suficientemente omnívoro para tener también un espacio para la estrella pop de Myspace Sky Ferreira y un clásico del soul de los años 60.

Este fue el mismo truco usado por el guionista y director James Gunn, en la película Guardianes de la Galaxia en el 2014, ahora redoblado con su secuela. Estas películas son publicitadas de una manera que implica que los amantes de las películas están teniendo algo extra, algo que no podrían obtener por ellos mismos, como si no pudieras escarbar entre los vinilos de tu padre o buscar “Lo mejor de (inserte década)” en Spotify. Casi como si no tuvieras gusto.

Guardians of the Galaxy soundtrack album cover awesome mix vol. 1

En realidad, son los estudios de cine más importantes los que están obteniendo un extra. Guardians of the Galaxy: Awesome Mix Vol. 1, lanzado en enero de 2015, fue uno de solo ocho álbumes de ese año que obtuvieron platino. Cuando Guardians of the Galaxy: Vol. 2 salió, fue primeramente, una película llamada “Volume 2”, y además, comercializada con una bolsa promocional de Doritos, que venía con un pequeño cassette con una entrada para auriculares. Los fanáticos de Marvel esperaron horas online para que Doritos las sacara a la venta, después de que Amazon prometió que estarían disponibles, y pasaron el tiempo de espera maldiciendo hasta el abismo en Twitter. Un póster oficial de la película mostraba solo a Baby Groot cargando una copia de la lista de canciones. Ese soundtrack estuvo disponible en una cinta de cassette y tuvo un artículo escrito por Pitchfork. La edición en vinilo de Baby Driver (Music from the Motion Picture) se encuentra agotada en Amazon.

¿Es una buena playlist lo mismo que una buena banda sonora de película?

Guardians of the Galaxy: Vol. 2, fue despedazada por docenas de críticas debido a la atrevida decisión de Gunn y de Disney de centrar la mayor parte de la historia en el personaje de pocas palabras “lo suficientemente lindo para colocarlo en miles de tipos de merchandising”, Baby Groot. Pero de alguna manera sobrevivió a las críticas que incluía una introducción dela Electric Light Orchestra, que se excedía en su duración y la misma sección de la canción “Brandy (You’re a Fine Girl) de Looking Glass, tocada una docena de veces.

Con un presupuesto mucho más grande que el que tuvo para la primera película, y la libertad de solicitar cualquier canción que quisiera, Gunn incluso sacó el clásico de todos los tiempos de Sam Cooke “Bring it On Home to Me”, para apoyar una escena dolorosamente cursi entre Star-Lord y Gamora, interpretados por Chriss Pratt y Zoe Saldana respectivamente.

Es un buen playlist, seguro, pero no sirve directamente a la película, que tiene unas secuencias de acción genuinamente divertidas junto a pobres intentos de sinceridad. Sacar a Sam Cooke en un momento íntimo torpemente escrito, es casi como entrar al Saks de la Quinta Avenida sangrando de la cabeza: el contexto solo hace que tu problema sea más obvio.

En el avance del lanzamiento en mayo de Vol. 2, Edgar Wright dijo que estaba preocupado de que Guardians pudiera robar algunas de sus canciones preferidas. En una entrevista con The Frame, contó sobre una conversación con James Gunn: “Entonces le escribí y tuvimos esta divertida conversación por mensajes de texto, donde le dije: oye, hombre, estaba entrando en pánico porque algunas de las canciones de mi película Baby Driver aparecen en Guardians 2.”. Ha habido incontables ocasiones, donde una canción ha aparecido en múltiples películas taquilleras que estuvieron en cines al mismo tiempo, pero aquí, donde la música es tan íntima para el protagonista, se sentiría falso. De repente, los éxitos musicales ya no son un merchandising vendible, es la propiedad personal de los hombres que la usan para impulsar su actitud personal.

Atomic Blonde de David Leitch, ha sido publicitada de forma similar. Otra película teñida de neón, inspirada en los años 80 y confección sofisticada de un ameno director joven (esta vez protagonizada por Charlize Theron como una asesina de pelo teñido de rubio platino), debutó en el SXSW, mejor conocido como el festival de música country más influyente. No es una coincidencia que Baby Driver también se estrenara ahí. Será sorprendente si el soundtrack arranca de la misma forma que alguna de estas dos películas. Tiene algunas elecciones similares: Queen (como en Baby Driver), Bowie (como en Guardians of the Galaxy), y, umm… “Black Skinhead” de Kanye West (como en Suicide Squad, la cual intentó y falló en obtener la misma atención musical que Guardians de Marvel). Esas mezclas pueden atar el soundtrack de Atomic Blonde al éxito de playlists que la preceden, pero también la hacen sentir menos personal y específica al gusto de Leitch.

Una película sobre música, hecha en Atlanta, está llena de rock de Nueva York y pop californiano

En el caso de Baby Driver, darle revuelo a un soundtrack de genialidad prefabricada, es una buena manera de enmascarar el hecho de que la película en sí misma no es novedosa, ni está cuidadosamente bien pensada. Cada personaje de la película apenas está esbozado, incluyendo a Elgort como Baby, cuyas rutinas de baile deambulando de medio lado, no lo hacen nada más complejo que “encantador”, y cuyo deseo de reemplazar su madre muerta con iPods, lo convierten en un intento casi ofensivo de entender el sufrimiento.

Filmada en Atlanta, Baby Driver se siente como si hubiera sido filmada en cualquier parte y en ninguna. Una película que pretende ser sobre música de una forma significativa, no tiene siquiera una pizca de conocimiento sobre su impresionante importancia cultural. Aborda principalmente el rock de Nueva York y el pop californiano. La verdadera Atlanta es el epicentro del trap, el cual es indiscutiblemente el estilo dominante de rap, y probablemente la influencia más importante en el Top 40 de los Estados Unidos en el momento.

Históricamente ha sido un centro para el góspel, R&B, y neo-soul. Pero la Atlanta de Wright solo es una serie de garajes de estacionamientos donde los Beach Boys, The Comodores, y Simon & Garfunkel hacen retumbar las paredes. Para ser justos, Run The Jewels suena en los créditos finales. En ese sentido, la banda sonora tiene algo de fidelidad con el protagonista de la película, quien sigue usando jeans ceñidos en 2017, y constantemente usa sus gafas oscuras en sitios cerrados. Supuestamente es un tipo con referencias musicales enciclopédicas y una buena personalidad, pero es prácticamente indiferente a todo lo demás que lo rodea.

Más parecido al vídeo musical de Ansel Elgort “Thief”, al cual es tan fácil darle cierta cantidad de crédito en el reconocimiento de su celo y romanticismo, e incluso más que una napolitana de chocolate de una gasolinera, Baby Driver es fácil de gustar en el medio de las películas taquilleras del verano. En esta época del año, entre Transformers: The Last Knight y The emoji Movie, incluso la más leve señal de que un proceso creativo personal ocurre en el cerebro de un individuo, es tentativo de interpretarlo como un triunfo para el arte y el espíritu humano.

Y a tí, querido lector, ¿qué te parece cómo se están relacionando las playlists con el mundo creativo?

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