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Por qué los fans terminarán pagando por la música

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Escrito por Enrique Hernández

A comienzos de este otoño, Digital Music News publicó un artículo explicando todas las razones por las que los fans finalmente dejarían de pagar por la música. Sin embargo, recientemente ha tenido lugar un debate en torno al fin de la música gratuita, debido a que los artistas y discográficas presionan a las plataformas de reproducción de música en streaming para convertir a los usuarios gratuitos en suscriptores de pago. Observando el cambio en el comportamiento de consumidor y en las expectativas de los artistas, así como los paralelismos que comparten con otras industrias, podemos llegar a pensar que la idea de que “los consumidores no pagarán por la música” carece de fundamento.

Toda esta historia de la música digital comenzó a finales de los años 90, cuando Napster y otras compañías de descargas P2P hicieron aparición. De repente, la noción de que la música debería ser gratuita se afianzó en la cultura de los consumidores, creando a su vez un debate en constante ebullición sobre los servicios “gratuitos” frente a “los de pago”.

Cuando hace unas semanas Taylor Swift hizo que retiraran toda su discografía de Spotify se añadieron nuevas líneas a esta historia. Algunas de ellas son susceptibles de debate, por supuesto. Por mencionar unas pocas, podríamos debatir sobre si debería haber un límite de canciones gratuitas, si el contenido premium debería estar disponible solo para los suscriptores de pago, si los artistas podrían compensar sus pérdidas, o si los pagos por derechos de autor son demasiados bajos.

No obstante, es necesario recordar que fueron las compañías discográficas las que en un principio establecieron acuerdos con Spotify y otras plataformas similares. Las grandes discográficas son como compañías que invierten en fondos de capital riesgo: hacen sus apuestas en forma de inversiones, unas buenas y otras malas, y en la mayoría de los casos terminan siendo dueños de los derechos de autor de un amplio catálogo de música. Son de estos derechos de los que obtienen la mayoría de sus ingresos, sin considerar ningún tipo de transparencia.

PAGOS SÓLO POR LO QUE QUIERAS Y A TU MEDIDA

El tiempo es la moneda del consumidor del siglo XXI. Hollywood ha descubierto cómo sacar provecho de las suscripciones de los consumidores, de forma que plataformas como Netflix y Hulu se han convertido en el medio preferido para ver películas, programas de televisión y todo lo que los espectadores quieran por una tarifa mensual.

Esta forma de adquirir una experiencia personalizada está cambiando muchos aspectos de la venta al por menor, quedando reflejado por ejemplo, en compras mensuales de “paquetes” de cosméticos, moda, productos orgánicos o locales, productos de higiene personal, juguetes para mascotas, o hasta marihuana. De esta forma, los consumidores pagan por calidad y por lo que quieren, con sus propias condiciones.

En el caso que nos ocupa, la moderna industria de la música, la esperanza de obtener una satisfacción inmediata y libre de publicidad está llevando a más consumidores a pagar por distintos servicios. De este modo, las suscripciones de pago están alcanzando los 371 millones de dólares en estos momentos, un 23% más que en 2013, y Spotify anuncia que sus suscripciones de pago ascienden a los 12,5 millones para su servicio de música a la carta. Teniendo esto en cuenta, parece estar claro que nadie tiene una bola de cristal con la que pueda adivinar el futuro.

Así, basándonos en las cuentas de expertos de hace años, los discos de vinilo deberían estar extinguidos en estos momentos, cuando curiosamente, los álbumes en este formato son los únicos que están experimentando un crecimiento en términos de ventas. Quizás en el año 2025 los propietarios de música sean solo los adictos al vinilo, aunque es difícil saberlo. Pero por ahora y para el año que viene, el dinero que los consumidores emplean en ser propietarios de música, por así decirlo, se puede medir en miles de millones de dólares, a pesar de que presenta en esto una tendencia a descender que no parece que vaya a revertirse.

Las grandes cifras en torno al beneficio potencial de estos modelos basados en suscripciones deberían ser suficientes para evitar que crezcan sus detractores, pero hay una razón más por la que esta parte del pastel pueda aumentar.
POR QUÉ LA PUBLICIDAD NO ES LA SOLUCIÓN PARA EL CONSUMIDOR, LOS ARTISTAS Y EL NEGOCIO

En la otra cara de la moneda están los servicios de música en streaming, utilizadas por la mayoría de consumidores. Los reproductores de música en streaming gratuitos no son un modelo sostenible, a pesar de los 76 millones de usuarios activos que tiene Pandora. La principal queja que tienen los usuarios de esta plataforma es que la gran cantidad de publicidad que introduce estropea la experiencia de escuchar música y termina siendo una verdadera molestia. Y si los consumidores ya han comenzado a expresar su desagrado por la publicidad, no es de extrañar que pronto comiencen a buscar una alternativa mejor. Sin embargo, otros servicios similares y gratuitos, como Songza o iTunes Radio, han fracasado en su empeño por atraer a una audiencia lo suficientemente grande como para obtener unos ingresos a niveles importantes.

Por otra parte, este modelo de negocio basado en la publicidad puede ser también culpable de la injusta remuneración económica que obtienen los artistas a partir de él. De cada 1000 canciones reproducidas en este servicio gratuito basado en la publicidad, como Pandora, los propietarios de los derechos de copyright (ya sea el intérprete o la compañía discográfica) reciben alrededor de $1,40. En contraposición, ganan unos $2,50 por cada 1000 reproducciones en un reproductor basado en suscripciones. Estas son las tarifas para 2015, y representan un incremento en los ingresos del 79% sobre los reproductores gratuitos basados en la publicidad.

Algunas quejas sobre esto han tenido gran repercusiónmediática, como es el caso del artista y compositor Aloe Blacc, que solo recibió $4000 después de que Pandora reprodujera unas 168 millones de veces el hit “Wake me up!”, compuesto con Avicii. En este caso, Blacc sólo hacía referencia a su parte (un tercio) de sus derechos como autor de la canción, aunque sin conocer en profundidad su acuerdo con Avicii no podemos saber si ese reparto es justo o no.

Y esto es solo en cuanto a derechos de autor por reproducciones, donde los compositores, como Aloe Blacc, reciben en torno a un 535% más de ingresos por las suscripciones a servicios de reproducción de música de lo que ingresan por los reproductores gratuitos.

En última instancia, es responsabilidad de los servicios de streaming crear una propuesta de valor o una alternativa que sea equitativa tanto para consumidores como para músicos, de los cuales dependen para poder prestar sus servicios. Por este motivo, es ahora el momento de restablecer la idea en los consumidores y en la industria de que la música no es gratis. Sin un público del tamaño que tiene el de Pandora, un servicio de reproducciones basado en la publicidad y que sea gratis para el consumidor no puede permitirse trabajar con un mayor número de artistas o de propietarios de derechos de autor. Y esto es claramente por lo que claman los artistas.

En muchas empresa existe la idea de que todos los barcos pueden pueden salir a flote mientras los consumidores comiencen a entender el funcionamiento del negocio y cómo sus acciones y elecciones influyen notablemente en los ingresos que finalmente percibe un artista. Es por eso que, cuanto más informado esté el público sobre el funcionamiento de la industria musical y sobre la forma en que obtienen ingresos sus artistas favoritos para vivir y poder seguir creando música, mayor respeto habrá hacia la figura del músico y se creará una conciencia colectiva mayor hacia la labor que desempeñan todos los profesionales que trabajan para mantener vivo un arte que nos apasiona.

 

(El artículo es una traducción y adaptación de “Why Fans Will Pay For Music”, de Eric V. Neumann, fundador de Mad Genius Radio)

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Sobre el autor

Enrique Hernández

Licenciado en Economía por la US. Guitarrista, bajista y lo que se tercie.
Adicto a la música en la gran mayoría de sus manifestaciones.

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