Saber convertir una situación adversa en una ventaja a nuestro favor es un don muy valioso en cualquier aspecto de la vida, también en la promoción musical. Una de las máximas clásicas de la publicidad es que no existe la mala publicidad, como se suele decir hablando en plata: lo importante es que hablen de uno aunque hablen mal. La clave está en tener la capacidad para realizar esa transformación, saber actuar de la manera correcta para que algo que podría hundir nuestra carrera sea precisamente lo que la catapulte.
Recientemente se cumplían 40 años del fallecimiento de Elvis Presley y en todos los reportajes dedicados a recordar su carrera era inevitable destacar cómo su llegada al mundo de la música y el espectáculo supuso una auténtica revolución. El fenómeno Elvis es seguramente el primer gran ejemplo en la música pop de cómo los ataques se pueden convertir en la mejor defensa.
En la conservadora sociedad norteamericana de los años 50, Elvis llegaba reivindicando la diversión. Su música, imagen y puesta en escena eran un soplo de aire fresco. En su sonido había ruido y evidentes influencias de la tradición afroamericana, y sus “baladas” tenían a menudo un claro contenido picante. En tiempos oscuros, Elvis Presley le ponía al mal tiempo buena cara con sus temas, desde su famoso rock de la cárcel, el “Jailhouse Rock”, hasta el “Viva Las Vegas”, un himno que permanece como una de las canciones más populares sobre el juego y la “ciudad del pecado” pero también sobre el derecho a pasárselo bien.
Todo esto nos puede parecer muy positivo a día de hoy, pero en los Estados Unidos de la época este tipo de reivindicaciones convertían a Elvis en poco más que el enemigo público número uno. Las autoridades de la época, lideradas por J. Edgar Hoover, llegaron a tener un expediente dedicado a Presley en el que se recogen diversas reclamaciones del público norteamericano a lo largo de varias décadas, además de amenazas y extorsiones dirigidas al cantante. Se llega a hablar de que Elvis es “definitivamente un peligro para la seguridad de Estados Unidos”, puesto que “volvía loca” a la gente, o de que sus movimientos sobre el escenario son un “estriptis con ropa”.
Sin embargo, Elvis Presley, de la mano de su apoderado, el coronel Tom Parker, supo sacar provecho de esa situación de desventaja. El “peligro” que suponía Presley se convirtió en su mayor atractivo.
Hay que tener en cuenta también que no todo vale. Las críticas pueden realmente ser destructivas si no se gestionan de la manera adecuada, pero también si la sociedad no está preparada para aceptarlas. Elvis Presley no hacía nada que músicos como los afroamericanos Chuck Berry o Little Richard no hicieran también, e incluso antes que él, pero el de Tupelo respondía al perfil del americano medio. América estaba preparada, aunque fuera a regañadientes, para Presley pero no para Berry o Richard.
Elvis Presley fue fundamental para cambiar la mentalidad de una sociedad que no entendía el ocio, el entretenimiento y la diversión como parte de su vida diaria. El fenómeno en el que la mala publicidad convierte algo en un éxito, sin embargo, ya se había dado antes en el mundo del Arte.
En francés se utiliza la expresión succès de scandale, algo así como “éxito del escándalo”, y se refiere al éxito que una manifestación artística logra, al menos en parte, por la controversia que genera. Hay numerosos ejemplos con pintores o compositores que ahora nos parecen de lo más convencionales, como Manet o Strauss, pero que en su momento agitaron la moral de su época con un movimiento que acabó favoreciéndoles.
Este “éxito del escándalo” sigue dándose hoy en día, por mucho que nos parezca que ya lo hemos visto todo. La diferencia es que ahora tanto el éxito como el escándalo son más efímeros. En la era digital, el debate se traslada a las redes sociales, donde sabemos que es fundamental saber gestionar las críticas, y más en un escenario donde la reputación es tan importante.
En el mundo de la música, especialmente en el pop donde lo musical y lo social está íntimamente ligado, se han producido unos cuantos casos más de críticas que han acabado siendo beneficiosas para la carrera del artista. Puede que no fueran el tsunami de Elvis pero han sido unas buenas –y necesarias- sacudidas a la industria musical y la sociedad en general.
El escándalo ha servido para sacar del underground a bandas como los Sex Pistols, que supieron burlarse de las críticas con una genial maniobra de marketing: su actuación en el Támesis. En otros casos se ha convertido en parte de la idiosincrasia del artista, tal y como ocurre con Madonna, una auténtica especialista con momentos álgidos de controversia en su carrera como fue su quinto álbum, Erotica, y el libro que lo acompañaba.
Ha habido ocasiones en las que los artistas han sabido combatir las críticas o una situación adversa con su mejor arma: la música. “Billie Jean” nació de los bulos que se generaban alrededor del Rey del Pop, y acabó convirtiéndose en uno de los sencillos más vendidos de Michael Jackson. Otra de las grandes estrellas del pop, George Michael, sufrió un duro revés cuando las intromisiones en su vida privada llegaron a ser un auténtico problema. Quien había sido todo un ídolo con Wham! repitió la jugada de Michael Jackson, aunque adaptándola a los tiempos y al formato audiovisual, con un golpe maestro cargado de una munición que casi nunca falla: el humor.