Investigación Marketing

Festivales y desarrollo

festivales y desarrollo
Escrito por Ana M. Martín

¿Qué papel desempeñan los festivales en la vida de los ciudadanos? ¿Pueden ser herramientas para el desarrollo de los pueblos? Claro que sí. Y no lo digo yo, lo dicen los expertos en políticas culturales que, desgraciadamente, andan muy lejos de los ayuntamientos pequeños. Al menos del que yo habito. Comparto con vosotros unas reflexiones en relación a las políticas culturales.

Hablar de desarrollo local es hablar de políticas públicas. En el caso de la música, de políticas culturales. Las políticas culturales públicas, en aras a velar por los derechos humanos, deberían basarse en la definición de Cultura que nos propone la UNESCO [1]. Una definición que pone en valor la identidad de una comunidad y sus propios valores, los cuales son reforzados y manifestados a través de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales, las tradiciones, creencias, etc. Una definición que sitúa el desarrollo cultural de un pueblo como base del desarrollo humano. La música forma parte de nuestra cultura y es un derecho fundamental poder acceder a ella [2]. El consumo y práctica culturales nos ayudan a mejorar nuestra calidad de vida y ser mejores personas [3]. Bajo este punto de vista, cabe pensar que un gobierno democrático adoptará las medidas necesarias, a través de sus políticas culturales, para que los ciudadanos puedan disfrutar de una programación cultural de calidad y practicar cualquier disciplina artística, algo que ayuda, sin duda, a desarrollar la capacidad reflexiva, la sensibilidad, etc. Como dice Rausell (2007) “en esta dimensión, la práctica cultural no encuentra alternativas posibles”. Ante todas esta afirmaciones, parece evidente, que las políticas culturales deberían ir encaminadas a introducir la cultura como elemento transversal en cada una de las áreas de formación del individuo (escuela, ocio, empresa, etc…). Parece que el discurso de los expertos en gestión cultural, sobre el valor de la cultura y su función, va en esta dirección.

Esos valores que a través  de la cultura se consiguen, no son únicamente sociales y culturales, sino que también lo son económicos. El impacto económico (directo, indirecto e inducido) de los festivales en los municipios donde se desarrollan[4], ha sido objeto de numerosos estudios en los que por lo general se concluye que los festivales, bien gestionados, llegan a ser motor de desarrollo del municipio. La tipología de festivales es amplia y variada y dependiendo de sus objetivos, como eventos culturales que son, podemos clasificarlos de la siguiente manera:

  • El festival local, organizados para la población local y regional, con un alto valor social y cultural;
  • El macrofestival, destacable por su valor de atracción turística, con gran impacto económico;
  • El evento que se identifica con el espíritu del lugar, otorgándole una ventaja competitiva.

Atendiendo a los valores y filosofía de cada festival, según plantea Luis Suñén [5], también podemos clasificarlos como:

  • Los clásicos, es decir aquellos que buscan la exclusividad con precios altos tanto en sus entradas como en la estancia en la ciudad donde se desarrollan, además de ser altamente dependientes de las administraciones públicas. Un modelo poco sostenible.
  • Por otro lado existe el modelo que opta por objetivos económicos, culturales y de servicio público. Modelos que únicamente pueden desarrollarse con un alto grado de coordinación entre políticas públicas y las entidades  Siempre con vocación social, lo que no excluye la excelencia.
  • El tercer modelo que plantea es el de los pequeños festivales especializados dirigidos a un público interesado en un tipo de música concreto y que se ubican en espacios muy apetecibles.

En la actualidad existen iniciativas escénicas y musicales que, con escasos recursos, y partiendo del “por amor al arte”, ponen en marcha proyectos desde las necesidades de los barrios o pueblos, que permiten a los artistas locales desarrollar sus primeros trabajos o aquellos más experimentales, o simplemente disponer de un circuito de exhibición para profesionales. Cabanyal Intim y Russafa Escènica de Valencia o el Slow Music Fest de Alcossebre, podrían ser buenos ejemplos de ello. Poco a poco estos tres proyectos, al igual que otros muchos, van formalizándose, a medida que van consiguiendo recursos y colaboradores nuevos, e incluso el apoyo de las propias administraciones. En este sentido, este tipo de iniciativas ciudadanas privadas, son festivales culturales basados en su capacidad de incidir en la población, es decir, festivales locales que ponen en valor lo social y cultural pero también lo económico. En definitiva, eventos culturales que nacen de escuchar las necesidades de la población, con vocación de servicio público y con la ambición de englobar a los diferentes agentes sociales y culturales del municipio (o barrio en el caso de ciudades), pues sólo así entendemos que podrá arraigar en éste y por tanto llegar a ser proyectos sostenibles.

Estos festivales forman ya parte de la realidad cultural de nuestros pueblos y ciudades; forman parte de nuestras agendas, como ciudadanos, como alternativas de ocio. Y yo me pregunto, ¿no deberían ser apoyados por las administraciones públicas? ¿no deberían ser incluidos en las programaciones municipales? Unos piensan que por tratarse de espacios privados (negocios, casas, sedes de asociaciones, etc) no deben ser apoyados por las administraciones públicas, y otros que sí, pero que cumpliendo una normativa demasiado rígida y diseñada para otro tipo de eventos. En mi opinión sí deben ser apoyados, siempre y cuando ese apoyo se enfoque a la profesionalización de la actividad. Que los vecinos puedan disfrutar de una programación profesional en espacios no convencionales, más cerca de sus barrios y que los artistas puedan cobrar dignamente por su trabajo. ¿Tú qué opinas?

[1] Declaración de México sobre las políticas culturales. Conferencia mundial sobre las políticas culturales. México D.F., 26 de julio – 6 de agosto de 1982.

[2] Declaración universal de los derechos humanos, artículo 27.1

[3] Rausell Köster, Pau (Dir), Cultura. Estrategia para el desarrollo local (p.21)

[4] Devesa Fernández, María (2010) “El impacto económico de los festivales culturales” en G+C nº 6, dedicado a Festivales, p.43-47

[5] Suñén, Luis (2010) “El impacto económico de los festivales culturales” en G+C nº 6, dedicado a Festivales, p.21-23

¿Te gustó el artículo?
1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas (1 Votos, Promedio: 5,00 de 5)
Cargando...

Sobre el autor

Ana M. Martín

Gestora cultural autónoma. Trabaja en las áreas de Teatro, Música y Gastronomía. Creando el Slow Music Fest. Con especial interés en las políticas culturales.

Dejar un comentario