Salud

¿El profesor debe explicar cómo se toca?

enseñar a tocar instrumento musical

¿El profesor debe explicar cómo se toca o debe ayudar al alumno a encontrar su propia forma de tocar?

Ser profesor no es tarea fácil. Mucho menos si lo que se debe enseñar es algo tan complejo como tocar un instrumento musical. Por lo general los profesores están bien formados para guiar a sus alumnos en este proceso. Pero existen conductas docentes con cierto riesgo, incluso para la salud.

Para ser un en buen profesor de música posiblemente sea deseable ser un buen músico. Pero tal vez no es lo más importante. De hecho actualmente los profesionales que se preparan para la docencia musical reciben una formación complementaria a su carrera como intérpretes. No solamente es importante saber lo que hay que enseñar sino también cuál es la forma más eficaz de enseñarlo.

Entendemos por aprendizaje el proceso de cambio, más o menos permanente, en el comportamiento, las capacidades, conocimientos o habilidades de una persona. El mecanismo a través del cual el ser humano aprende la mayor parte de las cosas es por imitación. Vemos como otros congéneres hacen una cosa y nosotros intentamos reproducirlo. Cuanto más motivados estemos para conseguir ese resultado más rápido va a ser al proceso de adquisición.

El bebé aprende a hablar por imitación y, aun y tratarse de un proceso muy complejo, se suele resolver de forma instintiva, natural y eficaz. El proceso no consiste en sentarnos delante de nuestro hijo y explicarle cómo debe coger aire, colocar las cuerdas vocales y la lengua para pronunciar ciertos sonidos. Él encontrará su forma personal de hacerlo a partir de su intención de imitar el resultado (en este caso la emisión de cierto sonido) y no intentando imitar el procedimiento.

En el caso del habla, intentar imitar el procedimiento resulta verdaderamente difícil ya que la configuración de nuestro sistema fonador queda totalmente oculta a nuestra posible imitación; sólo podemos imitar el resultado. Pero, ¿qué sucede en aquellas disciplinas, como la música o el deporte, en las que una buena parte de los procedimientos sí son visibles y, por lo tanto, sujetos a poder ser emulados?

«Evidentemente, si suministramos un violín a un niño y no le damos ninguna instrucción ni modelo a imitar lo más probable es que acabe utilizándolo para hacer hoyos en la arena del parque.»

La experiencia nos dice que hemos tendido a crear modelos a copiar e intentamos reproducir con la máxima precisión el modelo pensando que, calcando los movimientos de cierta persona conseguiremos sus mismos resultados. Pero si uno se detiene a analizar, por ejemplo, cómo corre o corría cada uno de los 10 mejores velocistas de la historia nos daremos cuenta de que cada uno tiene una técnica distinta, una forma particular de resolver ese reto. Dicho de otra forma, para alcanzar la excelencia, cada uno de ellos ha debido encontrar una forma de coordinación adaptada a sus características personales. Si a Cristiano Ronaldo le pedimos que intente imitar los movimientos de Leo Messi, o a la inversa, difícilmente vamos a conseguir mejorar el potencial de estos jugadores. ¿Por qué? Pues es muy sencillo. Cristiano tiene que sacar ventaja de su poderío físico y Messi de su pequeña estatura.

A partir de esta reflexión, se comprenderá que, como mínimo bajo nuestro punto de vista, un buen profesor, sea de la disciplina que sea, será aquel que sepa aprovechar los potenciales de cada uno de sus alumnos, adaptar lo que a otros les ha ido bien a las peculiaridades específicas del alumno. Eso, evidentemente, implica un análisis y un proceder individualizado y va a requerir tiempo y recursos. Todos sabemos que, desgraciadamente, esto no siempre es posible ni depende directamente de la voluntad del profesor.

Sin embargo, aunque la enseñanza estandarizada sea la solución más barata o la única posible en ciertos contextos eso no quiere decir que el profesor sólo deba recurrir a la transmisión de modelos a imitar como modelo básico de aprendizaje. Mucho menos si la imitación se basa en ideas sin fundamento sólido del tipo mira cómo se hace (frase que lleva implí- cito el concepto a mi me sale bien, tú debes hacerlo igual que yo) o esto siempre se ha hecho así, porqué tú ahora vas a cambiarlo.

Además, este camino de la idealización de modelos sabemos que puede llevar al fracaso, incluso desde el punto de vista físico. Por nuestra experiencia en la atención de músicos que se han lesionado debido a la práctica instrumental sabemos que, algunas veces, el intento de un músico de reproducir unos patrones motores y posturales que no encajan en sus características físicas, coordinativas o, incluso, emocionales les lleva no sólo a un mal aprovechamiento de su potencial sino, también, a un desajuste físico, a la lesión o incluso al colapso.

Evidentemente, si suministramos un violín a un niño y no le damos ninguna instrucción ni modelo a imitar lo más probable es que acabe utilizándolo para hacer hoyos en la arena del parque. Pero si lo que hacemos es insistir en que coloque sus dedos exactamente igual como los colocaba en su tiempo Paganini no vamos a conseguir un nuevo Paganini ni, muy posiblemente, ni tan siquiera un buen músico.

Jaume Rosset i Llobet.

Director médico del Institut de l’Art. Medicina&Fisiologia.Terrassa.

Director de la Fundació Ciència i Art.

www.fcart.org

www.institutart.com

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Institut de Fisiologia i Medicina de l'Art

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